¿Qué es infodemia, infoxicación y la infodemiología en COVID-19?

Consultorio Virtual Dr. Abraham Alí

La infodemiología es la evaluación, con el objetivo de mejorar la salud de la comunidad, de la información relacionada con la salud que los usuarios de Internet suben a la red. Término fue acuñado por el investigador Canadiense Gunther Eysenbach.

Eysenbach utilizó inicialmente el término en el contexto de medir y pronosticar la calidad de la información en Internet sobre salud, es decir, medir la información por el «lado de la oferta». Medir la información por el lado de la demanda es lo que usualmente se hacia, por medio de un buscador (usualmente google), saber que términos están buscando las personas usando «keywords». Posteriormente diseñó la forma de buscar en diversas bases de datos todo lo que se busca y ofrece y así podía analizar si las políticas de salud pública eran correctas y estaban en la dirección adecuada.

A partir de «infodemiología» y «epidemia» ha surgido el término infodemia para describir la proliferación en Internet de noticias sobre salud totalmente falsas o parcialmente incorrectas. Las grandes redes sociales han apoyado o han buscado apoyar a la OMS para reducir la información falsa sobre la COVID-19. Pero el resultado es insatisfactorio y peor aun se encuentra información diseminada por médicos que estimulan el uso de cocteles de fármacos para prevenir o tratar el coronavirus, sin ningún fundamento en la evidencia médica. En su reporte número 86 de la situación actual, la Organización Mundial de la Salud define la palabra infodemia como un exceso de información, algunas veces precisa y otras no, que hace muy difícil a las personas encontrar fuentes de información confiables y guías adecuadas cuando las necesita.

Vivir en un caos informativo es la tónica general diaria de muchas personas. Personas que viven desinformadas por noticias e informaciones que les llegan a través de otras personas, medios de comunicación y redes sociales. Pero debemos estar alerta, y es que se ha pasado de la toxicidad de la infoxicación (definida como Gran cantidad de información que resulta muy difícil de procesar por su volumen), y que puede tener un carácter individual, a una epidemia informativa colectiva, eso es lo que denominamos la infodemia. Recientemente, el Dr. Tedros Adhanom (director general de la OMS) señaló con motivo del coronavirus que «la gente debe tener acceso a información precisa para protegerse a sí misma y a los demás» y «La desinformación sobre el coronavirus podría ser lo más contagioso del mismo».

El mundo ha recibido de modo súbito un golpe muy fuerte al ánimo, a las finanzas y a la salud. Ese impacto no esperado se denomina, la pandemia de COVID-19. Se ha extendido por el mundo entero y ha copado las noticias de periódicos, radio y televisión. De la misma forma como se ha diseminado en todo el globo terráqueo, se han difundido los conceptos equívocos y las informaciones falsas que afectan a cultos e a incautos.

Revisemos algunos de esos conceptos erróneos y las bases del error. Comencemos por el problema más frecuente: suponer que el número de casos en un país o ciudad, determinan la propagación de la COVID-19. Inicialmente no tienen ningún valor si no están ajustadas a la población total de cada sitio. No se puede comparar los casos que se encuentran en el amazonas colombiano, con el que se describe en una de las grandes capitales de América latina. Con frecuencia se escuchan datos en los noticieros donde explican el aumento en el número de casos, pero todo ello se debe correlacionar con el número de pruebas realizadas cada día. Pero cuando se escucha esa información de modo crudo el efecto que produce en la comunidad es de pánico. En la medida en que se efectúan más pruebas habrán más casos positivos. Pero no siempre el número creciente de casos se relaciona con la propagación de la pandemia. Por tanto un error frecuente es tomar decisiones con números absolutos. No debemos olvidar que es mejor hacer análisis fundamentados en tasas y relación con la población.

El otro aspecto a tener en cuenta en este mar de conceptos erróneos, es asumir que podemos guiarnos por el número de personas fallecidas y restarle valor a todos los demás indicadores. Uno de sus principales problemas es el retraso que existe entre la mortalidad y los resultados de las pruebas para COVID-19, o un importante número de defunciones sin haber podido demostrar la relación con el virus, o las personas que ocultan la enfermedad por el estigma social y fallecen sin soporte médico. En algunas ocasiones hay reportes notablemente aumentados y posteriormente descensos importantes, que no permiten hacer análisis adecuados. Por tanto una buena forma de abordar esta situación es analizando las medias que ofrece cada semana. Es importante entender que en poblaciones donde haya un número mayor de ancianos, se espera un número mayor de defunciones que no se relaciona con diseminación o agresividad de la infección y si con debilidad de la población expuesta. Los países que cuentan con mayor desarrollo de cuidado intensivo y mejores recursos usualmente lograr retrasos de la mortalidad y por consiguiente los datos de cada día pueden ser confusos en su interpretación.

Por la presión para lograr soluciones inmediatas, se esperan resultados instantáneos ante cada intervención que se hace. Pero tampoco se comprende con facilidad, que el aislamiento, las cuarentenas parciales, los toques de queda y demás medidas tiene ciclos que pueden tomar hasta un mes para ver la consistencia de las intervenciones. Eso significa que sin llegar a la parálisis, se debe tener en cuenta el tiempo que toma el impacto sanitario de las intervenciones. Este concepto aplica de modo similar al mayor riesgo de la población, como el que se presenta cuando por algún motivo aumenta el indeseable contacto social masivo (como eventos prohibidos como fiestas y compras en sitios de comercio sin control de cantidad de clientes).

Otro error frecuente es asumir que nuevos casos es igual a mayor diseminación de forma aritmética, pero ello no es cierto debido a que en la comunidad hay personas que pueden generar una gran diseminación de las infecciones y otros que lo pueden hacer en menor proporción. Esto sucede por dos razones, la primera es que tanta interacción social tiene el paciente infectado y si el grupo de infectados está unido aunque el número sea grande. Si una familia numerosa que vive en el mismo hogar está infectada, tendrán una transmisión menor que el mismo número de personas en diferentes sitios de una misma ciudad y en contacto con diferentes grupos etáreos y de vivienda diferente. Esto se traduce en que la misma incidencia de la enfermedad en un día determinado en ciudades diferentes, no se convierte en el mismo número de enfermos en los siguientes días. No se trata de un número frio, se trata de lo que cada individuo enfermo genera en la sociedad.

No todas las defunciones por COVID-19 constituyen el factor crítico de la enfermedad por si misma. Con respecto a esto hay variables que se deben contemplar, como son la capacidad instalada que se necesita para salvar pacientes críticos, el entrenamiento del personal de salud que atiende, las otras enfermedades que también aportan muertes y no son COVID-19, la capacidad para diagnosticar la diferentes enfermedades, el acceso a los servicios de salud, la incapacidad permanente que hoy se presenta y quita posibilidad de brindar un servicio de salud competente y de calidad. Ante esta realidad lo mejor es encontrar el número de defunciones que se aleja del promedio tradicional de muertes, de esa forma es posible tener una visión real del exceso de muertes que produce la pandemia en su región.

Asumir que moverse es igual a infectarse, es otro error arraigado en la sociedad. Si la movilidad se diera pero acompañada de distancia social, evitar tocar la superficies y además usar mascarillas de protección la movilidad se podría mantener la movilidad sin aumentar de modo importante el contagio. Pero cuando los números de contagio son elevados, las personas se atemorizan y disminuyen la movilidad generando gran impacto sobre la economía. Es un tema de disciplina social que podría ser la solución parcial en una entidad que nos acompañara por mucho tiempo. En colombia se ha bajado el contacto social más de un 60%, pero no se ha logrado control de la diseminación de la enfermedad, aunque los números serían dramáticos si el contacto se hubiese mantenido de forma usual. 

El error que impacta de modo dramático en la infodemia actual es hacer estrategias de aislamiento y de ingreso a las instituciones basado en síntomas. La naturaleza humana lleva a que para no ser discriminado se nieguen síntomas o minimicen los mismos, asumiendo que es un cuadro gripal usual, un resfriado, una alergia o irritación del medio ambiento y hasta un tema de tensión laboral. Pero esta estrategia no solo es insuficiente porque se oculten síntomas, lo es también por la transmisión que generan los asintomáticos o los presintomáticos. Aunque se asume que la capacidad de infectar a otros en menor en estos pacientes que en los que tienen grandes síntomas, igualmente son foco de multiplicación de casos. Por consiguiente la forma correcta de ubicar los casos y generar los aislamientos necesarios, se da por medio del diagnóstico preciso con PCR por medio de transcriptasa reversa.

En Latinoamérica ha habido un poco más de tiempo para conseguir respiradores, y se hace gran promoción de ello y parece que fuese la panacea a la pandemia. Pero pensar que toda la medición del sistema de salud está dada por tener camas con ventiladores, es una forma incompleta de tratar la situación. Con este abordaje nos quedamos cortos, muy cortos. Es usual que se tengan los equipos y no el recurso humano capacitado para ello. Esa situación ya se está viviendo en algunos hospitales colombianos en los que las incapacidades de los trabajadores y falta de recurso entrenado ha llevado a la parálisis de equipos de ventilación mecánica, que se encuentran disponibles. Los profesionales capaces de manejar con acierto un respirador son pocos, ante lo cual la forma integrada de mirar la medición del sistema es por medio de recurso humano preparado, oportunidad en la oferta de cama, procesos articulados para dar de alta pacientes recuperados y las infecciones del personal de salud. No sería lógico brindar servicios que permitan ofrecer buena atención a los pacientes, a costa de su personal laboral infectado por encima de los estándares tolerables, que debería ser cero infecciones por COVID-19 en ambiente laboral.

La infodemia es otra de las cosas que llegó para quedarse y genera una sensación en el grupo médico que la persona que más sabe es la que logró tener el artículo de modo más rápido. Es como si salvar vidas se relacionara con tener más información y este es otro grave error. Los pacientes no se tratan con el último artículo, se tratan con su mirada individual y personalizada. 

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